Plantas transformables
La vivienda colectiva como objeto de intervención(1)
Carolina Valenzuela
RESUMEN
La planta puede entenderse como el material genético del espacio: y aunque no es capaz de señalar qué actos ocurrirán en él, es precisa indicando lo que nunca podrá pasar.
En la vivienda colectiva, el problema que una planta tipo no puede solucionar aparece nítido. Nuevas preguntas a las tipologías, la construcción y las estrategias inmobiliarias surgen de la búsqueda de plantas capaces de cambiar, empujada por la aparición de esquemas familiares impredecibles y la atenuación de patrones sociales dominantes.
Palabras clave: Vivienda colectiva, espacios flexibles, planta libre, diversidad, variabilidad, flexibilidad.
“1- La casa nunca más se entenderá como objeto, sino que será sujeto, a todos los efectos.
2- La casa se construye a sí misma, no se para en detalles.
(...)
4. La casa no tiene acabados, cada material se trabaja hasta el agotamiento, siendo las juntas expresiones de sus límites.
5- Cada casa será cada vez más diferente a las demás, aunque pueda construirse estandarizadamente.
6- La casa puede cambiar de uso con facilidad, por lo que puede ser muchas o una sola.
(...)
8- La casa es sinérgica, podrá desaparecer por completo o clavarse en el sitio de manera brutal, pero nunca pasivamente.
9- La casa se inserta en una red superior, inmaterial, que la liga más a la tierra que sus propios cimientos. Está abierta y penetrada por la red. (...)”
Fernando Porras, 2001(2)
La vivienda: hábitat en permanente evolución
Transformar es “…hacer cambiar de forma. Transmutar, convertir una cosa en otra. Hacer mudar de porte, de conducta o de costumbres a algo o a alguien”(3) . En el caso de la vivienda transformar implica re-crear, porque se trata de un cambio permanente que tiene que ver con la adecuación de la casa a sus habitantes. La evolución del hábitat privado es una característica intrínseca a la especie humana: como primera capa de relación con el entorno, la vivienda es el medio donde el hombre posee su mayor poder de intervención. Es el escenario del encuentro entre éste y sus necesidades. Toda alteración, cambio, creación o modificación tiene que ver con la búsqueda de un lugar propio, un lugar donde ser y sentir pertenencia. La vivienda es el resumen del mundo, porque al igual que éste, es movida por la energía de los actos que ocurren en su interior. Dichos actos, propios a los habitantes, configuran espacios que también les son propiedad, espacios que son la construcción de un modo particular de habitar. El hombre transforma su hábitat a partir de aspectos estéticos, morfológicos, de significado y de gustos; se trata de un personalizar instintivo, relacionado a lo psicológico, lo social y lo cultural.
La vivienda es el lugar donde ocurre la vida familiar, como una serie de conflictos cambiantes o permanentes. La heterogeneidad de las formas de vivir y de habitar hace de cada vivienda un lugar adaptable, único e irrepetible. A partir de la segunda mitad del siglo XX, la coexistencia de diversas formas de vida y de costumbres otorga a la vivienda características inesperadas. La aparición de nuevas “formas familiares” enriquecen el espectro de habitantes posibles en ella: individuos solos, parejas, familias con hijos o sin ellos, ancianos, estudiantes, grupos genéricos o profesionales. La apropiación que hace cada tipo de usuario incorpora programas propios, tales como: el taller, la oficina, el lugar de estudio, la sala de juegos, etc. Por otra parte, existen hábitos actuales asociados a estas nuevas formas de vida, que dan a recintos como la cocina y el baño un protagonismo especial. Estos cambios en los modos de vida son sensibles a las nuevas experiencias tecnológicas e informáticas. Al igual que lo sucedido con el teléfono, la televisión o los electrodomésticos, la incorporación de internet en el hogar, ha hecho mutar la importancia de zonas de la vivienda asociados al trabajo o a los tiempos de ocio.
A mayor especialización de las formas de habitar, mayor existencia de identidades individuales y, por consecuencia, mayores necesidades de instrumentos de especialización e intervención sobre la vivienda.
Vivienda colectiva: patrón y diferenciación
La vivienda colectiva es aquella que no tiene usuario conocido. Su característica principal es que se trata de un modelo repetido un número determinado de veces en un espacio limitado. Puede ser superpuesta, pareada, o en comunidad. La dificultad de conocer al habitante futuro de cada residencia implica la adopción de la idea de usuario tipo, tomándose a la familia estándar (2 padres + 2 hijos) como generadora de medidas patrón. En Chile esta vivienda se caracteriza por tener una superficie cercana a los 90 m2, distribuidos en espacios rígidos –tanto en medidas como en uso–, tales como la sala de estar, comedor, cocina, uno o dos baños y dos o tres dormitorios.
Cualquier diferencia posterior se da por intervención directa de los usuarios sobre la arquitectura cerrada. Existe una discrepancia entre la rigidez de las condiciones previas del proyecto y la variabilidad de las posteriores exigencias funcionales de los diversos ocupantes.
“El método mejor, tanto desde el punto de vista pragmático como humano, parece el de descubrir cuáles son las necesidades mínimas y hacer el proyecto partiendo de ahí, en forma tan libre que permita dar cabida a todas las preferencias y cambios posibles” (Rapoport, 1968).
Transformabilidad interna de la planta de la vivienda colectiva
El concepto de transformabilidad se entiende entonces como la capacidad de la vivienda colectiva de dar lugar al cambio, por medio de la incorporación a la planta de tres conceptos básicos: flexibilidad, diversidad y variabilidad. La utilización de ellos por separado o su combinación genera lo que se define como planta transformable. En el caso de la flexibilidad, se trata de proyectos que incorporan un grado de libertad que da cabida a la existencia de diversos modos de vida, basándose en la simpleza a través de la movilidad, isotropía (homogeneidad espacial) o adaptación de los elementos divisorios o componentes del interior de la vivienda. Puede existir flexibilidad física –elasticidad en la disposición espacial– o tecnológica –nuevas soluciones en la construcción y en la incorporación de nuevas tecnologías–. Cuando hay diversidad, se produce una búsqueda de variedad, desemejanza y diferenciación a través de la combinación de espacios y de elementos tecnológicos, móviles, de agrupación de programas y otros. Finalmente, el aplicar variabilidad busca no proyectar espacios definidos, sino dar lugar a la incertidumbre de la forma. A través de la dinámica de los usos cotidianos se indaga en la variación de las morfologías y recintos. Existen dos tipos de variabilidad: reversible –cambios espaciales por el ciclo de actividades diarias– e irreversible –definición espacial inicial y permanente en el tiempo–.
La planta de la vivienda colectiva puede experimentar dos tipos de mutaciones: dentro de sí misma (transformabilidad interna) o fuera de sus límites (transformabilidad externa). Ambos casos admiten cambios en la forma original, la diferencia está en que el primer grupo no altera sus límites o el cambio no tiene relación con su cáscara. En el segundo conjunto existe una relación directa con el terreno que la acoge, es decir, puede existir crecimiento (en planta o en corte) o relaciones diversas con el entorno inmediato (espacios intermedios y llenos enfrentados a vacíos equivalentes). Para el desarrollo de la transformabilidad interna, se detallan a continuación las características de las tres tipologías definidas, ejemplificándose con casos relevantes.
I.
Planta libre: es la ausencia de distribución o partición espacial, lo que permite un margen de libertad en cuanto a cambios de usos y jerarquías. Es una abertura del espacio ligada a la idea de liberación, porque se manifiesta a través de espacios abiertos o unitarios, supresión de pasillos, módulos regulares que definen lineamientos y estructura mínima interior. Esta tipología permite un juego de ordenaciones infinito, admitiendo la mayor variabilidad posible de la planta.
II.
Planta móvil: es aquella que contiene en su interior uno o más elementos móviles, que permiten la subdivisión del espacio en recintos menores y/o de tamaños diversos. Su concepto está basado en la ligereza y en la apertura a la posibilidad de diversas de plantas, proponiendo la variabilidad –reversible o irreversible– como su lema fundamental. Algunos de los elementos móviles que se incorporan son: tabiques, puertas correderas, muebles y aparatos.
III.
Planta de recintos neutros: es aquella que, si bien posee habitaciones definidas e inamovibles, es capaz de proponer diversidad por la equivalencia o diferenciación en el tamaño de sus espacios. Se trata de sucesiones de recintos con una o más aberturas que permiten y definen un recorrido característico. Son espacios conectados de formas heterogéneas que admiten diferentes ordenaciones del programa requerido por sus usuarios. La intimidad se hace variable, dependiendo del modo de entender la vivienda por sus habitantes y de sus deseos de exposición o aislamiento del programa. La flexibilidad está dada en el uso de habitaciones sin nombre.
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